miércoles, 25 de septiembre de 2013

La idealización del pasado

Para variar hoy me desperté pensando.

Pensando en bonitos recuerdos de mi infancia y adolescencia, pero hilados a estos me empezaron a llegar recuerdos de lugares que he vuelto a visitar luego de mucho; amigos que he reencontrado luego de mucho, y en casi todos los casos el regreso del pasado le quita la magia al recuerdo.

Regresar treinta años después a los deliciosos tacos con los que te deleitabas a los ocho años puede convertirse en una gran decepción. No saben igual. Ni siquiera saben buenos.

Visitar la playa donde jugaste de niño haciendo castillos, corriendo y retratando tan feliz en las fotos no deja sino la duda de en qué momento contruyeron tantas casas y dejaron entrar a tantos vendedores ambulantes. Ni el mar es el mismo.

Me he reencontrado con algunos amigos de distintos momentos de mi vida y aunque se disfruta la plática de los viejos tiempos, me resulta dificil crear "nuevos tiempos" con ellos y sólo se convierten en un contacto mas de mi red social y a veces, en casos realmente decepcionantes ni eso.

Conducir el auto de tus sueños de adolescente veinticinco años después te hace pensar cómo  es que lograron venderlos cuando fueron nuevos.

Qué tal las exnovias? tal vez encontrarse a los veinte con la que fue tu novia de la primaria te haga querer morir por no haber sido más precoz, pero a mi edad, por regla general las encuentro a todas muy carcomidas por el tiempo. Hubo una niña que me gustaba en particular a quien recordé por unos treinta años imaginándola cada vez con su cara de los doce años, en un cuerpazo de veinte, con una claridad de pensamiento de los treintas y una mentalidad liberal de hippie, en un atuendo arrollador y diciéndome "hola Perfil Bajo, fuiste y sigues siendo mi amor platónico, te he extrañado toda mi vida"... pero la verdad es muy diferente. En este caso en particular, alguien me compartió algunas fotos de aquélla niña hermosa de rulos rubios, piel etérea, piernas zambas y trasero poco agraciado, y lo único de lo que encontré vestigios fue del trasero poco agraciado, imagen a la que sólo tengo que agregarle la celulitis y aumentarle cinco tallas. Ya no es rubia, ya no es delgada, tampoco es blanca. Ni siquiera tiene un esposo de su edad. Parece que se casó con su chozno, aunque hay que destacar el hecho de que todavía tenga esposo porque al igual que las chaquetas de tweed, los esposos somos accesorio en vías de extinción.

Por décadas he perseguido algunos recuerdos tratando de reencontrarme con ellos, pero viendo lo encontrado creo que voy a reservar los pocos que me quedan tal como están, como bellos recuerdos que son sólo eso.

Soy Perfil Bajo de Los Ruiz de Nochistlán, y si te ví ni me acuerdo.


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