lunes, 23 de noviembre de 2009

Carta a mi amigo desconocido que se fue

Algo de hace algunas semanas, mi amigo ya no contestó.
 
Perfil Bajo dijo... 
 
Alfonso, apreciable desconocido, No puedo decirte que entienda tu situación, ya que aunque la muerte es algo que todos enfrentaremos algún día, creo que muy pocos tenemos un reloj de arena que nos permita saber cuándo terminarán nuestros días. Los planes inconclusos son algo que vivimos diario, en mi caso me es fácil empatarme con tus planes de cambiarte de piso, de sacar adelante un proyecto de vida. Desafortunadamente existen muchos factores que aún creyendo que tengo una expectativa de vida más larga que la tuya, veo esos planes sumamente complicados. Igual que tú, tengo la necesidad de hablar con cualquier desconocido del mundo. No te compadezco. Tengo la firme convicción de que todos tenemos definida nuestra línea de vida y poco podremos hacer por cambiarla. Es imposible entender por qué muchos buenos se van y muchos malos se quedan, sin embargo es algo con lo que los vivos debemos de aprender a convivir. No me considero una persona del todo buena, he hecho mis cosas reprobables, sin embargo considero que he enfrentado obstáculo tras obstáculo para salir adelante y a la fecha no le veo el fin. Es una maldita ironía que muchos de los que se van no se quieren ir, y muchos de los que se quedan no se quieren quedar. Te invito a que el tiempo que te quede, aunque sea poquísimo, sea utilizado para influir positivamente en los que te quieren, en tu mundo. No dejes impresiones duras de recordar y superar, de amargura y desencuentro con la vida. Sé que es muy fácil aconsejar cuando no se está en los zapatos del otro, sin embargo lo único que tengo para acompañarte es mi pensamiento, mi filosofía de vida, tan pobre y simple a veces y tan rica y compleja en otras ocasiones. Querido amigo, el tiempo es valioso, los consejos sinceros (aun de desconocidos) lo son también. Espero que estos 15 minutos que aun costándome tan poco sean valiosos para tí. Un abrazo. ¿De dónde me sale eso?¿por qué habría yo de contarle a un desconocido que busca un asidero para no irse de boca en esta vida que le guarda tan poquitos días? Pues porque así soy yo. Lei a Alfonso de 34 años, quien recién llega del médico con muy malas noticias. Deja este mundo más temprano que tarde, ¿y cuál es su rección? una igual que la mía, contarle sus cosas a un perfecto extraño, el que sea, que quiera leerlo.  Nunca dejará de sorprenderme que existamos personas como yo, que nos gusta contar nuestras cosas al que sea. No nos importa tanto qué piensen, pero nos gusta contar. Tal vez por eso estudié contabilidad, porque me gusta contar, pero nada que ver con los números, lo mío son las palabras, y constantemente me descubro contándole a la gente cosas que no tienen por qué saber, y no hablo de chismes. Yo cuento mis cosas. Pero hay algo muy malo aquí. Soy mucho mejor hablando que escuchando. Creo que seré muy bueno dando consejos, pero la verdad es que igualmente soy bueno para desconectarme de lo que la gente tiene para decirme. A veces Dios no es muy bueno juntando hambre y necesidad, los "máses" con los "menoses". Alfonso no buscaba mas que un desahogo, compartir la gran pena de que se muere y sus planes apenas empezaban. Buscaba quien lo escuche, lo lea, lo entienda, y yo, egoistamente lo usé para contarle alguna historia que tenia guardada para un día como ese. Sin embargo mis buenos deseos para mi amigo desconocido con sinceros, tengo ese detalle: empatizo con los perfectos extraños -y con las extrañas perfectas-. Si aun vive le deseo lo mejor de éste y el otro mundo. Le deseo que tenga la sabiduría necesaria para decir me voy, se acabó lo que se vendía y con un miedo horrible parta a lo que sigue. ¿Alguien quiere algún consejo? ¿habrá rencarnación? porque tengo algunos planes. Perfil bajo El mal escuchador.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Mexico y Polandia ¿países hermanos?

Madres... NO!!!!
mientras escucho a Juan García Esquivel, una plática personal de una compañera y un barullo enorme de voces de fondo me parece un buen momento para darme una pausa.
Es viernes, uno de mis días preferidos de la semana y para bajar la tensión del café matutino les comparto:
He seguido dando vueltas a la idea de que será interesante publicar unas pocas de las aportaciones que hace a mi vida mi embajadora de Europa Central.
Ayer Polyta me decía por enésima ocasión que todos los mexicanos somos impuntuales, así que no importaba la hora a la que pasarían por ella, pues seguramente sería mucho después. Yo, la verdad ya con el buche lleno de piedritas perdí un poco la compostura y le contesté que aunque no creo ir nunca a polandia -por la pobre labor embajadurística de que he sido víctima-, y partiendo de una muestra muy pequeña me atrevo a aventurarme y dar fé de que todos los poloneses son idiotas.
Ya sé que no parezco mexicano, me lo han dicho más de una vez, me dijeron que no lo parecía pues no traia sombrero, me dijeron que no lo era por no ser moreno, y la verdad no los culpo, claro que no lo parezco si me comparo con nuestro estereotipo en el exterior, pero que alguien me restregue en la cara una etiqueta de impuntual es lo peor que me pueden hacer después de ignorarme, así que bueno, otra raya al tigre (desde luego ya también me ha ignorado).
He tenido que escuchar algunas frases que en verdad me han hecho cuestionarme como es que alguien puede llegar ostentando una boleta de calificaciones con excelentes notas de su país y llegar a México a hacer comentarios como:
"quierrro que me dé influenza y sobrevivirrr" (argh!! por-fa-vor)
"que horror, no saldrrré con ella porrrque me enterrré que es lesbiana... mmm aunque podrrría besar a una mujer". (que muchacha tan centrada).
"los mexicanos son impuntuales" (en la puerta de su cuarto con los pelos parados un miércoles a las 8.00 am, cuando debería estar en su escuela desde las 7.00 am).
"En México odos los prrrofesorrres son muy malos" (se vale pensarlo, pero adivinen a qué nos dedicamos mi esposa y yo).
"Salgo con peeehhhpeeeehh porque todos los mexicanos me dicen "errrres muy bonita y te amo" y peeeehpeeeeeeh nunca me lo dice, ¡¡de verrdad!!" (pues no, pepe es jotísimo y creo que exagera al decir que "todos").
"Puedo volverr en la madrrrugada, no me pasa nada porque pienso que no me pasa nada". (metafísica)
"No crrreo en Dios, cuando estoy prrreocupada sólo pienso: no quierrro morrrir". (¿agnóstica? ¿iluminada? ¿taruga?)
a la cajera de una tienda de conveniencia: "somos interrrcambistas, ¿me rrregalas un café?"
"para mí la familia no es importante, podrrría no volver a ver a mi madre". (pero no sabe que hará el día en que su amigo de intercambio que conoce hace dos meses regrese a su país).
dirigiéndose a mí, después de decirles a mi esposa y mi hija que las quiero: "¿a mí no me quierrres?" (la pregunta ofende, claro que no).
"Para mi los adultos no son importantes" (mija, ¿sabes quién paga tus gastos? este adulto que estás viendo)
"todos los mexicanos son enojones, ¡¡todos!!" (es exasperante, realmente exasperante, no creo que conozca uno solo de buenas).
"Jamás regresaré a México, así que quiero conocer lo más que pueda" (que bueno que te gustó)
La verdad es que son solo pequeñas muestras que a diario me da de su aguda inteligencia, pero bueno, lo que así sin mucho escarbar me quedo por aprendido es:
Como decía Facundo, el que es pendejo aquí es pendejo allá.
Dios no puso Polandia tan lejos de México nomás porque si.
Un excelente rendimiento escolar no garantiza siquiera las aptitudes mínimas indispensables para coexistir con humanos normales.
Bien me dijo la tía, he aprendido que vivo mucho mejor sin ella.
Ya un más en serio, lo que no quiere decir que lo anterior sea broma, me he dado cuenta de que muy aparte de lo que cada persona piensa con sus propias neuronas, las familias son núcleos importantísimos para la gestación de humanos que sean propiamente eso: humanos.
Creo que lo que le pasa a esta niña es que no conoce los códigos de urbanidad básicos porque nunca nadie se los ha enseñado, que no da evidencia de ninguno de los valores universales porque nadie se los ha ejemplificado, es incapaz de convivir en un ambiente serio y familiar porque nunca lo ha ensayado. Esto debe llevar a una reflexión un poquito más allá, que es que su caso no es un caso aislado, existen muchas polytas haciendo tarugadas por el mundo, multiplicándose como gremlins, sin bases, sin ética, con comportamientos sociales anómalos, que son a la vez causantes y víctimas del deterioro social que ahora vemos, y si no se hace algo para mantener esos valores y comportamientos socialmente aceptables no veo a dónde vamos a parar.
Aprendo también que europa también tiene tercer mundo y que su sofisticación no se reparte equitativamente entre todos, porque como me he cansado de decirle a esta niña, los países están hechos por su gente, y aunque no se puede etiquetar a un país por una muestra de una sola persona, en este caso, la única referencia que tengo de este, es una criatura ya mayor de edad, muy desubicada, con una plática terrible, que estudia en un modelo educativo que absorbe todo su día y pese a ello no se ve reflejado en una mejor persona ni intelectual ni emocionalmente.
Siempre he pensado que como padres nuestro mayor y más importante proyecto son nuestros hijos, que día a día vamos forjando. La vida hace su parte a través de las experiencias y al final somos producto y ellos también lo serán, de lo que aprendemos en nuestra casa, de lo que la vida nos enseña, de lo que los amigos nos aportan, y de lo que nuestra retorcida mente acepta y rechaza. Sin embargo creo que vale la pena echarle muchas ganas para que nuestros hijos reflejen que les dimos lo más que pudimos y que demuestren que son capaces de ser mejores que nosotros.
Con esto doy cierre a mis cavilaciones sobre las relaciones Mexico-Polandia, de las que esperaba más y ahora realmente quiero menos. Si el futuro no se remedia solo, en un par de meses les estaré contando de las relaciones diplomáticas México-Eslovaquia, de las que realmente esperaré lo que llegue para no sentirme defraudado.

Perfil Bajo, el hacedor de buenas mexicanas.





Una rápida disculpa por la mala ortografía y redacción

A veces vuelvo a leer lo que ya escribí y me encuentro un montón de errores. Que flojera arreglarlos. Además la idea se entiende.




Saludos.


Perfil Bajo

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Estuche de supervivencia para viajeros en el tiempo

Pues con la novedad de que estoy retomando mi intención de volverme cavernícola.


Las razones originales pasaron a segundo plano, ya que afortunadamente la situación que me oprimía -y deprimía- ha quedado un poco atrás. Sin embargo, sigue siendo muy atractivo pensar en hacer un viaje al pasado para analizar en qué tiempo será mejor ubicarme y dejar correr el resto de mi vida.


De momento veo dos opciones bien claras: la primera, la de Dios, que más o menos todos conocemos, ya que la escuchamos todos los años. Podría volver al Edén y pasar ahí una eternidad muy bien acompañado por eva, pero sin comer manzanas, ya que eso me traería de regreso a esta complicada actualidad.


La segunda, propuesta por nuestro amigo Darwin es un poco más compleja y hay más factores que considerar a la hora de escoger exactamente en qué etapa quiero ir a parar.


Como sea, ya que soy un absoluto ignorante de la historia, los tiempos, los lugares y esas cosas, pues me voy a dar la libertad de arreglar el mundo antiguo según mis necesidades.


Creo que viviré en en mundo cuando tenía la configuración que nos enseñaron en la primaria: la pangea. ¿por qué? pues porque así las distancias serán más cortas, y como supongo que los caníbales no tenían barcos, y princess todavía no existía, sería muy dificil viajar por el mundo si los continentes están separados.


Siento que necesito un nombre. Dejaré de ser Perfil Bajo, por lo menos allá. Creo que me llamaré Pequeña Roca.


Voy a hacer una rápida selección de lo que habré de incluir en mi kit de supervivencia para viajar a aquél tiempo. Creo recordar que según mi amigo J.J. Benítez en "caballo de Troya" se podría viajar en el tiempo en aquél dispositivo que el denominó "la cuna", en la que de hecho dos hombres de nuestra era viajaron a hacer estropicios en la vida de jesús, reencarnando a Jasón y a Primipilus. Hablaré con él para pedirle prestada la cuna para mi viaje.


Voy a ir por secciones de mi casa y oficina para ir tomando lo necesario, que tendrá que ser pequeño porque la cuna era apenas más grande que un vocho. Si no acabara de vender el mío me iría en él.


Estoy en mi cuarto, mi cama es cómoda, pero no creo que sea buena idea. Esa tv de pantalla plana se ve muy tentadora, de modo que me llevaré la tv junto con un trozo de cable, ya que de poco me servirá la tv sin cable, ya en los tiempos de la pangea no existía la televisión abierta.


*Nota, no olvidar control remoto y baterías.


Me llevaré unos jeans levi's, porque aunque me atrae la idea de andar en taparrabo o incluso a ráiz -llevo un exhibicionista dentro-, no faltará el día en que tenga algo de frío, o quiera cubrirme un poco de tanta tierra.


De mis gorras, todas ellas regaladas, y la mayoría procedentes de Europa, me voy a llevar la de San Diego, que está nueva. Además de que será más rara una gorra de San Diego, que todavía no existe, que una de europa que voy a tener a la vuelta de la esquina (pangea ¿recuerdan?).


Creo que también tomaré el Ipod, que ocupa poco lugar y garantiza horas de diversión, aunque el mío es de sólo 30 gigabytes.


Me llevo mi almohada.


Salgo a la sala, de donde no creo tomar mucho, pero si me llevaré fotos de mi familia, porque aunque allá seguramente formaré otra, no descarto la posibilidad de un día hartarme, treparme a la cuna y reaparecer en casa el mismo día en que me fui tan fresco que aquí no pasó nada.


Me llevaré una foto digital de la "noche estrellada" de vincent, porque me parece mucho tiliche llevarla ya enmarcada para irla cargando, pero bien podré recrearla en una pared de mi caverna, y no solo eso, sino que además, como estaré en la prehistoria, la de Van Gogh será un plagio.


creo que de la sala es todo, veremos. Camino a la cocina y veo el refrigerador, ni pensarlo, aunque mantener helada la cerveza será un problema. La estufa será fácilmente sustituida por una gran fogata que tendré siempre encendida, con la ventaja de que no hay que lavar la fogata luego de cocinar. Creo que aunque el microondas sería de gran utilidad yo no sé sacarle provecho, porque sólo uso las opciones "beverage" para hacerme un café o un té, y la de "popcorn". No le veo mucho caso a irlo cargando para hacer café y palomas, así que a lo mucho me llevo un sartén, ese bien feo que a mi me encanta. Porque si me llevo el de teflón no pasaría ni cinco minutos cuando mi esposa ya estaría en la prehistoria reclamándomelo. Que no se me olvide llevarme una tapadera, o tendré que comer siempre mis palomitas del suelo.


Me llevo también un sacacorchos, no llevo vino tinto -allá lo fabrico, de ser necesario le llamo a mi primo que trabaja en un viñedo para preguntarle como- pero siempre que he buscado un sacacorchos recuerdo que no tengo uno, y acabo abriendo las botellas aventando el corcho hacia adentro con un desarmador. No está de más llevármelo.


Tomaré el ajo envasado y listo para usar y algo de aceite de oliva, porque aunque también lo fabricaré, me gustaría comer un espagueti al ajo llegando.


Tenedor!!!! o-dio comer con la mano, porque adempas me quedan oliendo los dedos oliendo a comida.


Me voy a llevar un taco de alambre de los que hace mi mamá, luego se los describo, están buenísimos. La idea será probar si puedo sembrar un taco -o medio taco, me voy a comer la otra mitad para en caso de que no funcione no quedarme con el antojo- y ver si logro obtener un árbol -si fuera planta los tacos podrían crecer en el suelo como las sandías- de tacos. Lo voy a sembrar con guacamole y salsa de tomate para que salgan ya listos para saborearse.


Coca cola. Me llevaría una charola de cocas para tomármelas claro, pero además para poder probarlas y comparar su sabor con el de las cocacolas que haré yo allá, y a prueba y error voy a descubrir su formula secreta.


Pasando ya de salida veo mi gafete del trabajo, que no me va a servir para nada pero ya estoy impuesto a usarlo. Me lo llevo.


Regreso al baño por jabón y papel higiénico -no voy a explicar-, y mi cepillo de dientes, ya de por si amarillos y chuecos. Lo bueno es que allá voy a ser algo así como dice el dicho pero con alguna adaptación "en medio de chimuelos el de los dientes chuecos y amarillos es rey". Veo el baño y me dan ganas de llevármelo... me ha dado tantos momentos felices que me siento malagradecido de dejarlo, pero creo que habrá de esperar.


Calculando el espacio en la cuna, creo que me queda un campito. No sé, tal vez lleve una amiga.


Siento que olvido algo, pero es mi sensación de diario, es una de mis compulsiones que ya compartiré en otro momento.






Pequeña Roca, el cavernícola.

martes, 17 de noviembre de 2009

¿Sólo soy un número en la fila?

Hoy, después de haber realizado ciertas indagaciones para recabar alguna información numérica solicitada por mi jefe, me puse a pensar en si sigo siendo Perfil Bajo, si me he convertido en alguien más o más allá de eso, si seré sólo un número que va cambiando de lista en lista a lo largo del día.
Cada día al salir de mi casa –que no es la suya-, me subo a mi carrito ochentero y manejo los más o menos 4 kilómetros que me separan de mi oficina escuchando música apropiada para alguien de mi edad, a un volumen apropiado para alguien quince años menor. Me queda claro quien soy yo, circulo siempre por los mismos carriles esquivando los mismos baches. Miro muchos de los autos de diario y al final llego a mi entrada, donde debo calcular si quepo entre auto y auto que de prisa brincan un tope que intenta reducir la velocidad de los conductores para que yo quepa. Es inútil. La mitad de las veces alguien me recuerda a mi queridísima madre. Hoy de plano vi que quien venía sin frenar manejaba un mercedes, así que solté el freno y así como sin mirarlo me hice para adelante. Me dijo idiota moviendo los labios y yo del mismo modo agaché la cabeza y le contesté “huy perdón, no te vi”, pero funcionó, me abrí paso para ahora poder integrarme a la fila para entrar al estacionamiento, bajar apresuradamente de mi carro, que invariablemente queda al fondo de un lote en el que caben unos tres mil. Camino a mi edificio en el que seremos tal vez mil, entro en la oficina que comparto con unos cuarenta y me siento en mi escritorio desde donde veo unas quince mujeres, unas más bonitas que otras, pero al final todas bonitas, cosa que agradezco mucho al señor que todo sabe y me observa desde arriba. Desde luego sabe que me vuelve loco con eso y lo hace por molestar -porque si alguna constante he tenido en mi vida es que siempre he estado rodeado de mujeres, en mi casa, en mi trabajo, en el table-.
Para entrar debo mostrar un gafete, posterior a eso me identifico con la huella de mi dedo medio. En la dirección de personal hicieron todo lo posible porque mi identidad saliera de mi índice, pero curiosamente ahí no tengo huella digital, así que tuvo que ser el dedo medio, por lo que todos los días al llegar a mi trabajo y al retirarme me identifico apuntando mi dedo medio al lector entre la puerta y el policía. El Señor sigue caminos misteriosos.
Ya instalado en mi escritorio con mi computadora, mi teléfono IP y mi calendario como únicos adornos, empiezo a dejar de sentirme tan yo, empiezo a dudar del impacto que un Ruiz de Nochistlán puede causar en medio de este enorme monstruo en donde ahora parezco más un número que una persona llena de ideas, de experiencias, aventuras y buenas intenciones.
Empiezo a revisar mis pendientes, que todos tienen que ver con números y que todos deberé sacar de la caja idiota que tengo enfrente, que tiene la capacidad de procesar miles de veces más información de la que yo soy capaz de pensar, y vaya que estoy pensando muchas cosas.
Pero bueno, ya dudando de si soy Perfil Bajo o el 777 salgo a comer, donde desde luego debo hacer otra fila y mostrar mi gafete al pagar y al pedir mi plato. Sobra decir que comeré lo que la señora del mostrador me quiera dar, porque la única vez que la contradije me contestó que “había que ver para creer que no quisiera yo lo que me sirvió”. De nada valió decirle que me había servido una porción diminuta que el anterior en la fila no quiso y dijo que estaba toda mosqueada. Total que salí con una pieza de pollo que difícilmente habrá crecido más que un pichón, guacamole con mucha cebolla y sin arroz.
Desde aquél día cuando la señora olvida mi récord negativo me pregunta ¿qué va a querer? Yo le contesto “pos lo que usted quiera, de todas formas me sirve lo que le da la gana” y bueno, a veces se ríe, a veces se traba, pero siempre me sirve lo que quiere. Algo muy interesante -que no sé si sea una de nuestras marcas “sólo en México”-, es que en todos los lugares que debo hacer filas la gente se me va metiendo por todos lados. Trabajando en un mismo lugar por tantos años aquí todos somos muy influyentes, y en cada fila conocemos a alguien, así que como cosa ensayada, que no es otra cosa que la pura costumbre, llegan y en tu cara le dicen al de adelante “gracias, ya vine”. A veces nomás pelan los ojos, pero igual se meten.
Después de la fila de la caja, la fila del platillo principal, la fila de la sopa y la fila de los cubiertos, siempre me doy cuenta que la persona que originalmente estaba enfrente de mí, de alguna forma ya va como cinco o siete lugares adelante. Esto es todos los días.
Ya con mi plato nutritivo, servilletas, cubiertos, soda, sopa y paquete con tres tortillas -todo esto en dos manos porque se robaron las charolas- avanzo a la zona de mesas. Casi siempre están ocupadas todas, son unas treinta, pero casi cada una tiene una soda, una servilleta o unas llaves que indican que están apartadas. De modo que debo acercarme como la fea de la fiesta, mesa por mesa buscando quién me recibe para compartir los sagrados alimentos que devoro en silencio, con mi soda tapada hasta el final.
Luego de eso regreso a mi escritorio, reviso los números de quienes me llamaron, reporto mi falla de red y proporciono mi número IP para que me atiendan.
El otro día una compañera –de quien no sé bien el nombre- me dijo “hey, tú, Orozco” y yo le contesté “Orozco la más vieja de tu casa” y a los días vi que mi silla dice “Orozco” en el respaldo, escrito con corrector líquido. Lo cierto es que cuando como no conozco, pero ya no quise aclararle quien soy. El viernes me dice otra compañera “Alejandro, ya tenemos que irnos”, le expliqué que no soy Alejandro, que mi nombre es Perfil Bajo, y ya ella se presentó. Así que ahora sé que ella es Martha, y trabaja de nueve a siete para darles mejor vida a sus hijos.
Con esa poca información, Martha pasó a convertirse en una de las personas de quien más sé en mi oficina, porque fuera de ella sólo identifico a “la feíta del cuerpazo que hace olvidar el inconveniente”, “la morenita simpática que gana cuatro veces mi sueldo”, “la gordita hermosa con boca de besito que diario me dice que qué guapo estoy”, “la señora amable que sale igual de tarde que yo”, “la corrientita que habla con frenillo y come de todo”, “la de las mandarinas”, “la que parece hombre sin importar qué se ponga”, “el que va al baño y no se lava las manos”, etc.
Con tantas personas de quienes no se nada es difícil recordar quien soy yo.
Lo bueno de todo esto es que al rato saldré, mostraré mi dedo medio al policía y caminaré esos cinco minutos al estacionamiento, donde a esa hora quedarán ya solo unos treinta autos. Me subiré en mi carrito ochentero que tanto me gusta y poco a poco volveré a ser yo, cantando mis canciones de cuarentón a volumen de veinteañero, llegaré a mi casa a la hora de siempre a recibir un beso de mis hermosas viejas y entonces sí recordaré perfectamente quien soy, de dónde vengo y a dónde voy, por qué y para quién trabajo, hasta dónde quiero llegar, y volveré a tener claro mi noble y remoto origen.
No soy un número. Soy un tipo inteligente, guapo y con muchos planes en la vida. 

Soy Perfil Bajo, de los Ruiz de Nochistlán.

viernes, 13 de noviembre de 2009

¿Relaciones diplomáticas intercontinentales? ni madres.

Tengo unos tres meses de sentirme muy mexicano. Un primermundista en México.
Es curioso, pero gracias a mi madre siempre he sido un tipo con una autoestima muy completa. Vivo mi vida brincando de un lado al otro en la línea de la supervivencia y la apenas vida, sin embargo siempre he tenido el descaro de decir que soy de esas personas que rara vez se conocen, con clase, con gusto por el bien vivir y con un pequeño toque de gente ordinaria nomas para no caer tan gordo.
Con todo lo anterior, ya tendrán algún contexto que les oriente para tratar de comprenderme, igual hasta para aceptarme.
Les contaba yo, que hará unos tres meses finalmente se cristalizó nuestro longevo plan de mandar a una de nuestras hijas al extranjero, a que se vuelva gente bonita (ya es, pero da más) y aprenda un segundo idioma. De modo que vive en Canadá, en un paradisiaco y pequeño lugar. Lo bonito de este juego es que para participar, es necesario dar algo, a mi hija, a mi gente, a todo el que ha estado dispuesto a escucharme alguna vez le he dicho que en esta vida nada es gratis. Todo implica un costo, económico, en especie y hasta moral, pero todo se paga. Entonces pues, recibimos a una criatura de Polonia que vendría a llenar el hueco de la ausencia de nuestra querida hija. Nos pareció muy buena idea eso de pagar con la misma moneda al recibir a una niña que igual que la nuestra, llegaría a ser la alegría del hogar anfitrión y a causar las delicias de nuestras amistades al compartirles sus experiencias con su acento tipo kamarrada ruso.
Dios sabía y no me dijo cuán equivocado estaba yo. Los inicios pintaban bien, la niña se veía gente bonita, así que me dije: "se ve bien, seguramente lo que trae el paquete valdrá la pena", pero pues ya desde nuestra primera frase las cosas sonaban raras. Seguramente nos veíamos muy singulares todos parados en la sala de arrivals del aeropuerto acompañados por mi hijita chiquita de 8 años con su letrero de "bienvenida polyta". Después de algún rato llegó con su saco institucional y cara de pocos amigos. Nadie debió decirle que aunque de Polonia a México es bajada el tirón está largo. Todos la recibimos con un abrazo, un beso y un "¿cómo estás? bienvenida" a lo que ella contestó "cansada".
Luego de ese primer encuentro empecé yo a tener una que otra mala idea sobre Polonia y su embajadora de buena voluntad, pero pensé que eran mis prejuicios y mi filtro tan agudo para escoger a la gente que quiero cerca. Poco a poco las cosas fueron fluyendo y empezamos a verle lo bueno a la niña: dormía mucho, comía sólo quesadillas, se bañaba diario y hablaba poco. ¿qué más podíamos pedir?
Total que a diario nos felicitábamos por la suerte que teníamos de haber recibido a esta jovencita tan modosita, a la que poco a poco íbamos descubriendo como algo que podríamos equiparar a una naca de importación. El primer día nos moríamos de risa de que le encantaban las novelas, a los días nos maravillamos por la candidez con que se confesó fan de las luchas y de toda la música de "exa". Empezó a cantarnos diario una canción de una tal fanylu y otra que decía "cahuates pistaches". Un día no aguanté más y le dije "eres naquísima", pero ni se ofendió. Seguro que en Polonia no distinguen a un naco de cualquier otro.
Le gustan las faldas cortas, sobre eso no tengo tanta queja, pero creo que México y los mexicanos no estamos listos para faldas tan cortas, y seguramente más de una cosa le han de decir al verla por ahí enseñando calzón. Un día le pregunté "¿así te vas a ir?, enseñas todos los calzones" y me contestó "me puse unos bonitos".
Un día se nos puso malísima, nunca pensé que las quesadillas fueran tan malas, pero supongo que si son capaces de poner a alguien así como se puso ella luego de comer solo quesadillas durante 20 días, no pueden ser buenas. Pasó toda una noche vomitando, cambio de sábana, vómito, cambio de sábana, vómito y así hasta acabar con nuestro clóset de blancos. Le encantaban pero no se hicieron buenas amigas porque no la he vuleto a ver comer una. Pero esto no le pasa sólo con las quesadillas, porque igual he visto que le pasa con amigas, como su nueva amiga que perdió tan pronto como le pepenó al jóven moreno encendido que según esto era su mejor amigo. El es buen partido segú se . No soy racista, pero lo moreno de su piel va mas allá de los estético o por lo menos en él no se ve sexy, de la única fiesta que me contaron acabó medio indispuesto de su idilio con el alcohol y lo tuvieron que separar del chaparrito de porcelana. Yo lo vi tipo regetonero pero no sé. Nomás lo tengo a él para referencia de sus gustos. Bueno, a él y a otro de trenza, barba y patillas largas de aspecto hippie que un día la llevo a la casa luego de bailar un par de horas al aire libre en una plaza de zapopan.
Ya pensaba yo que cosa fina tal vez no era, pero me consolaba pensando que era buena persona. Luego sucedió.
La invité al fútbol, a mi que ni me gusta el fútbol porque no entiendo como puede alguien emocionarse viendo a una bola de nacos venidos a más porque le saben pegar a una pelota, dirigidos por un especialista, igual de naco que ellos pero con mas dinero y con la virtud de lograr que once que mas o menos le pegan sean capaces de no dar una. Pero eso es otra historia. Total, le digo, pues vamos. En un rato me llama y me dice "si, pero podrrrrrías llevarr a mi amiga?" y yo, todo amabilidad claro que le dije que si.
Luego de un par de malentendidos -que a esta pobre le han pasado tantos que empiezo a pensar que tantos malentendidos no pueden ser una coincidencia- pasé por ella a un punto acordado, cargando yo su bolsa que no combinaba con mis zapatos. Pasé un par de veces porque no la encontraba. Luego de llamarle al móvil y regañarla la encontré. Se subió atrás y pidió a su compañera que hiciera lo mismo. Yo me alcancé a molestar, porque aunque mi carro no tiene todas las opciones de confort, sí tiene dos asientos adelante. De poco sirvió mi cara porque igual me fui solo adelante hasta el estadio. Fiel a su poco verbo no me habló hasta adentro del estadio donde primero me dijo, "el estadio es pequeño", en su rancho el estadio ha de ser para 500 espectadores, pero igual le pareció poca cosa. Unos 30 minutos después me habló de nuevo: "quierrro palomitas" y yo, amable y lamentando haberme molestado por incidente del "taxista" le compré sus palomitas de maíz. No me dijo gracias. De hecho las gracias creo que sólo las escucho cuando no son apropiadas, ella ha de pensar que significan otra cosa. Una hora más tarde me habló de nuevo: "...... frase incomprensible", porque como se sentó a dos bancas de donde estaba yo, no la alcanzaba a escuchar, así que me acerqué y ya me dijo "¿nos tomas una foto?" Así acabó mi primer juego de fútbol en el estadio de los últimos 18 años.
Claro que yo me empecé a sentir como que con una predisposición negativa a mi embajadora... continuará.

La primera impresión

"Sólo tenemos una oportunidad para causar una buena primera impresión". Hoy recordé esa frase, y también recordé a la Tía Matilde...