viernes, 13 de noviembre de 2009

¿Relaciones diplomáticas intercontinentales? ni madres.

Tengo unos tres meses de sentirme muy mexicano. Un primermundista en México.
Es curioso, pero gracias a mi madre siempre he sido un tipo con una autoestima muy completa. Vivo mi vida brincando de un lado al otro en la línea de la supervivencia y la apenas vida, sin embargo siempre he tenido el descaro de decir que soy de esas personas que rara vez se conocen, con clase, con gusto por el bien vivir y con un pequeño toque de gente ordinaria nomas para no caer tan gordo.
Con todo lo anterior, ya tendrán algún contexto que les oriente para tratar de comprenderme, igual hasta para aceptarme.
Les contaba yo, que hará unos tres meses finalmente se cristalizó nuestro longevo plan de mandar a una de nuestras hijas al extranjero, a que se vuelva gente bonita (ya es, pero da más) y aprenda un segundo idioma. De modo que vive en Canadá, en un paradisiaco y pequeño lugar. Lo bonito de este juego es que para participar, es necesario dar algo, a mi hija, a mi gente, a todo el que ha estado dispuesto a escucharme alguna vez le he dicho que en esta vida nada es gratis. Todo implica un costo, económico, en especie y hasta moral, pero todo se paga. Entonces pues, recibimos a una criatura de Polonia que vendría a llenar el hueco de la ausencia de nuestra querida hija. Nos pareció muy buena idea eso de pagar con la misma moneda al recibir a una niña que igual que la nuestra, llegaría a ser la alegría del hogar anfitrión y a causar las delicias de nuestras amistades al compartirles sus experiencias con su acento tipo kamarrada ruso.
Dios sabía y no me dijo cuán equivocado estaba yo. Los inicios pintaban bien, la niña se veía gente bonita, así que me dije: "se ve bien, seguramente lo que trae el paquete valdrá la pena", pero pues ya desde nuestra primera frase las cosas sonaban raras. Seguramente nos veíamos muy singulares todos parados en la sala de arrivals del aeropuerto acompañados por mi hijita chiquita de 8 años con su letrero de "bienvenida polyta". Después de algún rato llegó con su saco institucional y cara de pocos amigos. Nadie debió decirle que aunque de Polonia a México es bajada el tirón está largo. Todos la recibimos con un abrazo, un beso y un "¿cómo estás? bienvenida" a lo que ella contestó "cansada".
Luego de ese primer encuentro empecé yo a tener una que otra mala idea sobre Polonia y su embajadora de buena voluntad, pero pensé que eran mis prejuicios y mi filtro tan agudo para escoger a la gente que quiero cerca. Poco a poco las cosas fueron fluyendo y empezamos a verle lo bueno a la niña: dormía mucho, comía sólo quesadillas, se bañaba diario y hablaba poco. ¿qué más podíamos pedir?
Total que a diario nos felicitábamos por la suerte que teníamos de haber recibido a esta jovencita tan modosita, a la que poco a poco íbamos descubriendo como algo que podríamos equiparar a una naca de importación. El primer día nos moríamos de risa de que le encantaban las novelas, a los días nos maravillamos por la candidez con que se confesó fan de las luchas y de toda la música de "exa". Empezó a cantarnos diario una canción de una tal fanylu y otra que decía "cahuates pistaches". Un día no aguanté más y le dije "eres naquísima", pero ni se ofendió. Seguro que en Polonia no distinguen a un naco de cualquier otro.
Le gustan las faldas cortas, sobre eso no tengo tanta queja, pero creo que México y los mexicanos no estamos listos para faldas tan cortas, y seguramente más de una cosa le han de decir al verla por ahí enseñando calzón. Un día le pregunté "¿así te vas a ir?, enseñas todos los calzones" y me contestó "me puse unos bonitos".
Un día se nos puso malísima, nunca pensé que las quesadillas fueran tan malas, pero supongo que si son capaces de poner a alguien así como se puso ella luego de comer solo quesadillas durante 20 días, no pueden ser buenas. Pasó toda una noche vomitando, cambio de sábana, vómito, cambio de sábana, vómito y así hasta acabar con nuestro clóset de blancos. Le encantaban pero no se hicieron buenas amigas porque no la he vuleto a ver comer una. Pero esto no le pasa sólo con las quesadillas, porque igual he visto que le pasa con amigas, como su nueva amiga que perdió tan pronto como le pepenó al jóven moreno encendido que según esto era su mejor amigo. El es buen partido segú se . No soy racista, pero lo moreno de su piel va mas allá de los estético o por lo menos en él no se ve sexy, de la única fiesta que me contaron acabó medio indispuesto de su idilio con el alcohol y lo tuvieron que separar del chaparrito de porcelana. Yo lo vi tipo regetonero pero no sé. Nomás lo tengo a él para referencia de sus gustos. Bueno, a él y a otro de trenza, barba y patillas largas de aspecto hippie que un día la llevo a la casa luego de bailar un par de horas al aire libre en una plaza de zapopan.
Ya pensaba yo que cosa fina tal vez no era, pero me consolaba pensando que era buena persona. Luego sucedió.
La invité al fútbol, a mi que ni me gusta el fútbol porque no entiendo como puede alguien emocionarse viendo a una bola de nacos venidos a más porque le saben pegar a una pelota, dirigidos por un especialista, igual de naco que ellos pero con mas dinero y con la virtud de lograr que once que mas o menos le pegan sean capaces de no dar una. Pero eso es otra historia. Total, le digo, pues vamos. En un rato me llama y me dice "si, pero podrrrrrías llevarr a mi amiga?" y yo, todo amabilidad claro que le dije que si.
Luego de un par de malentendidos -que a esta pobre le han pasado tantos que empiezo a pensar que tantos malentendidos no pueden ser una coincidencia- pasé por ella a un punto acordado, cargando yo su bolsa que no combinaba con mis zapatos. Pasé un par de veces porque no la encontraba. Luego de llamarle al móvil y regañarla la encontré. Se subió atrás y pidió a su compañera que hiciera lo mismo. Yo me alcancé a molestar, porque aunque mi carro no tiene todas las opciones de confort, sí tiene dos asientos adelante. De poco sirvió mi cara porque igual me fui solo adelante hasta el estadio. Fiel a su poco verbo no me habló hasta adentro del estadio donde primero me dijo, "el estadio es pequeño", en su rancho el estadio ha de ser para 500 espectadores, pero igual le pareció poca cosa. Unos 30 minutos después me habló de nuevo: "quierrro palomitas" y yo, amable y lamentando haberme molestado por incidente del "taxista" le compré sus palomitas de maíz. No me dijo gracias. De hecho las gracias creo que sólo las escucho cuando no son apropiadas, ella ha de pensar que significan otra cosa. Una hora más tarde me habló de nuevo: "...... frase incomprensible", porque como se sentó a dos bancas de donde estaba yo, no la alcanzaba a escuchar, así que me acerqué y ya me dijo "¿nos tomas una foto?" Así acabó mi primer juego de fútbol en el estadio de los últimos 18 años.
Claro que yo me empecé a sentir como que con una predisposición negativa a mi embajadora... continuará.

2 comentarios:

Unknown dijo...
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Perfil Bajo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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