viernes, 5 de marzo de 2010

El café. ¿Qué con esta amarga y cálida bebida de efímero buen sabor?

La verdad escribo esto nomás para completar unos minutos para mi reunión en la que arreglaré el futuro de los jóvenes de mi estado.

Tengo mi café junto a mí. Igual a muchos que he derramado en todas las situaciones que se pueda uno imaginar. Lo he tirado en mi escritorio, sobre el teclado de mi computadora, en mi ropa, acostado en mi cama, en la mesa, caminando a tomar el camión, en mi carro, en la cara de alguien, sobre papeles importantes, en la basura, en alguna maceta a la entrada de una oficina, en un cenicero, en el vaso de alguien más, y sabrá Dios en cuantas partes mas.

Gusto del buen café de grano, fresco, cargado, sin azúcar, si se puede con un poco de crema y aunque no tengo idea cual es cual, me queda bien claro cuando un café me gusta y cuando no. Hay algunos muy perfumados que huelen a zorrillo aun recién preparados. El café de mentiras (soluble) es nada más para engañarme y dejar de pensar en uno verdadero cuando no lo hay a la mano. El de hoy es de mentiras.

Cuando pienso en el café y las situaciones en las que beberse un café es obligatorio, caigo en cuenta de que es tan trascendental para los encuentros como la cerveza, pero sin alcohol.

Cuando anda uno quedando bien con una güerita, es de ley invitarle un café. En las reuniones hay café, después de comer hay café, cuando uno se muere hay café... y vino.

Cuando pienso un poquito más, y escarbo en mi memoria, tengo momentos buenísimos que recordar con un café en la mano... con cerveza también. ¿Será que el café es en realidad cerveza de café? Los dos me alteran de hecho, pero las dos alteraciones me agradan. No se me olvida la temblorina que me agarraba después de refinarme dos cafetitos largos en Madrid, como tampoco se me olvida esa sensación de ser el más simpático y guapo del lugar después de tres chelas.

Los grandes rituales del ser humano están amenizados también por el café. Al que ahora voy es un ritual pequeño, pero igual habrá café.

Seguiría profundizando en este asunto, pero la juventud me espera y debo arreglar su mundo, ellos no lo saben, pero están en mis manos.

Sólo me resta participar en mi pequeña pero emotiva ceremonia individual de servirme otra taza e irme a mi reunión.

Saludos.

Perfil con aroma de café.

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