lunes, 20 de septiembre de 2010

hay que saber retirarse a tiempo

En estos días festivos pasaron varias cosas. Tuve mi festejo de mis cuarenta, descansé mucho y mi tía Bertha emprendió el viaje sin regreso.

En un par de ocasiones a lo largo de los cinco días que duró este pequeño puentesillo mencioné que hay que saber retirarse a tiempo, cosa que siempre he dicho, ya que perfila sabrosa es de esas visitantes empedernidas que visita hasta que las indirectas se vuelven claridosas.

continuará...

bueno, les contaba de este asunto. Pues no sé si a mi Tía Bertha le parecería buena idea retirarse de este mundo a los 98. A mí no me pareció bien. Para mí, mi tía Bertha era la viva representación de la profesora por vocación. Era la profesora tal como los profesores deben ser. Era culta, educada, amable y muy inteligente. Voy a extrañar mucho tus "SIIIiiiIIII" y tus pláticas tan ilustrativas sobre cualquier cantidad de temas que tratamos a lo largo de esos domingos soleados entre tanto árbol y teja, donde ahora sólo hay cemento y palmeras. El jardín cambió de dueño, pero sigue siendo un espacio para la formación cultural, ya que como seguramente te habrás enterado antes de irte, nuestra antigua casa es ahora parte de una universidad.

Otro aspecto menos romántico, pero este si, ejemplo mío de lo que para mí es saber retirarse a tiempo, es aquélla vez que me bajé de la moto.

Nunca he sido bueno para manejar motocicleta y en casi todos mis contactos he tenido algún percance. Una vez agarré una de 500 centímetros (moto) y sin saber ni meterle los cambios ya iba en tercera y acelerando, cuando una señora tuvo la idea de cambiar la ruta y dar vuelta súbitamente sin señal direccional. Esa vez nomás grité "Pacoooooo" y Francisco Antonio Díaz Mariscal, que fue mi ángel guardian allá en mis años mozos salió de la nada y me levantó del suelo, enderezó la moto y todos nos fuimos felices y contentos a seguir trabajando, porque esa vez estaba probando motos cuando en realidad debía estar trabajando. Por cierto que creo que Paco se fue de mojado a EU, donde seguramente ha de seguir, y espero que le vaya muy bien porque era una excelente persona.

En otra aventura de moto que recuerdo, mi primo Jorge manejaba y yo era nomás acompañante, mi primo arrancó dando show a los vecinos y yo hice lo propio dando una maroma hacia atrás, para luego, sin caerme, colgar cabeza abajo y con las piernas hacia atrás... no es fácil explicar, tendrían que haberme visto, pero era algo más o menos así: @ mi primo pensó que me había caido. No fue sino hasta que se detuvo a mirar, que vió que seguía yo "amarrado" a la moto y sin posibilidad de bajarme. Ciertamente dimos show.

Pero bueno... la anécdota motociclística que ilustra el "saber retirarse a tiempo" fue en Ensenada B.C. en mis tiernos 12s calculo yo.

Íbamos en esa ocasión mi primo Arturo (qepd) de pasajero y un servidor al manubrio.

La moto en cuestión era una chispa carabela como de unos 40 c.c. de esas que se prendían pedaleando y no representaban mayor peligro para nadie con más de un dedo de frente, o por lo menos eso pensé yo.

Para pronto me ofrecí a mostrarle a mi primo la ciudad, ya que él nos visitaba de Perfilandia Jalisco, y la moto fue el medio de transporte elegido, ya que era mi única elección.

Abordamos la moto y con las rodillas casi arrastrando arrancamos despidiéndonos de toda la familia que nos observaban en la cochera de los departamentos donde vivía entonces la tío Perfil Rico McPato, en la calle carabelas a un par de cuadras de la unidad deportiva "Sullivan".

la primera cuadra íbamos derecho así que no hubo problemas, pero luego llegamos a una bifurcación a partir de la cuál podíamos pasar a la derecha o izquierda de la entonces casa de las gemelas Ivonne e Ivette, que luego se hicieran famosas cantando canciones infantiles, pero como ya volvieron a su anonimato original no abundo en la explicación. Teniendo entonces la opción de "izquierda ó derecha" y siendo yo siempre siempre muy democrático, le pregunté a Arturo para dónde quería ir, pero Arturo siempre tan adaptable a mis caprichos me dijo "no sé, para donde tú quieras", mientras tanto seguíamos recortando la distancia con la esquina en una situación que en este momento se me antoja muy paralela a lo del Titanic cuando se acercaba al iceberg con el que habría de chocar y hundirse.

"¿izquierda o derecha?"

"¿izquierda o derecha?"

Pues esperé a Arturo tanto como pude pero nomás no decidió, así que en el último segundo tuve que elegir yo el que sería el destino de mi vida en la próxima cuadra así que giré a la derecha, no, mejor a la izquierda, no mejor a... en ese momento la llanta, apenas más gorda que la de una bicicleta, se derrapó, perdiéndo ya el control de la moto. Hice todavía un par de intentos por salvar la situación ya que la moto no era mía, pero no había lucha. Fue entonces donde apliqué mi filosofía de retirarse a tiempo y me bajé.

Si si si. Me bajé. No frené, no nos caímos, no apagué la moto ni nada simplemente me bajé. No sé muy bien cómo fui tan hábil para bajarme de una moto que avanzaba tal vez a unos 20 km por hora, pero la cosa es que me bajé sin molestar a mi primo que iba sentado atrás de mí y por si fuera poco ni siquiera me caí, simplemente me quedé perfectamente parado a media calle, frente a la casa de las gemelas viendo como Arturo se alejaba todavía copiloteando la moto de mi tía Perfila Casi-el-Paraíso, pero sin ninguna posibilidad de alcanzar el manubrio ya que él iba atrás.

Arturo, que derrochaba estilo con su copete de James Dean y casi nunca fallaba en lo que hacía, fue a estrellarse con la banqueta de las gemelas raspándose las rodillas, triturándose el ego y quedando como si la casa frente a la que cayó lo hubiera atropellado. Ni les cuento el berrinche que hizo, ni les cuento lo mucho que me reí (de hecho me estoy riendo también ahorita) cada que lo recordaba sentado en la parte trasera de la moto agitando las manos frenéticamente al tiempo que la moto avanzaba haciendo eses por la calle carabelas.

Seguramente el capitán del Titanic me hubiera recriminado por abandonar el barco, pero luego de ver la conclusión de la aventura estoy seguro de que era el momento apropiado para retirarme. Debí avisarte que me iba a bajar Arturo, pero no inventes, que estúpidamente divertido te viste.

Nunca soy el último de las fiestas, no me gusta que los meseros me cambien el pisto a vaso desechable y siempre me retiro antes que los ánimos decaigan.

Tía Bertha, espero humildemente haber podido captar siquiera un poquito de todo lo que tenías para ofrecer, fuiste una excelente profesora hasta el último día y, desde siempre, representas una de esas ramitas muy vistosas en mi frondoso árbol genealógico. En el paraíso faltabas tú, ya se completó la familia Mendoza Uribe, que gocen de una excelente vida eterna y allá nos vemos!!

Por último, cabe aclarar que afortunadamente Arturo todavía vivió para acompañarme en mis aventuras algunos años más. Fueron años muy pero muy felices.


Soy Perfil Bajo, de los Ruiz de Nochistlán.

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