miércoles, 14 de julio de 2010

El ajo, ese ente demoniaco.

Ayer llegué a la casa con hambre, ya que la comida en el comedor del trabajo estaba horrible, no más, no menos.

Lavé la ropa de perfilita flamenca para que tenga algo que ponerse mañana en sus "cursos" y me dispuse a cenar. La cosa aquí es que no he salido a comprar nada en días, así que con lo que encontré me armé un menú gourmet muy poco común:

sopa seca de caracolitos al ajo y chile, con aceite de oliva, un toque de albahaca y copete de queso adobera al gratín. Acompañada con agua de naranja en polvo y medio kilo de pistaches para el postre.

Me comí como la mitad de un diente de ajo, con todo lo demás, pero caray, parece que sólo hubiera sido el ajo, y que además en vez de ser un diente normal, se hubiera tratado de un diente de concentrado de ajo.

Llevo como cuatro lavadas de dientes, un muffin de chocolate, tres vasos de agua, un té de boldo, y estoy a punto de ir por un chicle y no hay poder humano que me libere de esto. Mi boca parece un portal al infierno.

Creo que seguiré prodigando sonrisas y haciéndome el misterioso por el resto del día.


Perfil antivampiros.

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